lunes, 31 de marzo de 2008

Necesario replantear la posición y profesión del Ejército Mexicano en las funciones de Seguridad Nacional


CIC. México.- En un interesante artículo de Humberto Julio Reyes publicado en el año 2005, se planteaba la interrogante de ¿Hacia a donde se mueve la profesión militar?, circunstancia que hoy cobra importancia por la realidad manifiesta de su contenido y la incidencia del ejercicio cotidiano de la milicia en la actividad pública.
Es importante reconocer la visión que manejo entonces en sus comentarios el articulista, aunado a la proyección lograda del análisis realizado del pensamiento de otro autor Morris Janowitz, de quien se desprende el planteamiento original, investigador y especialista en Seguridad Nacional, que medio siglo atrás también hacia un estudio y análisis del comportamiento de las fuerzas militares y su incursión en el desempeño de funciones de policía, en concreto refiriéndose al escenario Latinoamericano, señalaba que al igual que en el pasado, el futuro de la profesión militar depende del equilibrio entre la estabilidad organizativa y la adaptación al rápido cambio tecnológico y político.
Citando a Morris Janowitz, a quien con justicia se le ha llamado el padre de la Sociología Militar, predecía que, en el futuro, las fuerzas armadas tenderían cada vez más a cumplir roles policiales.
Frente a esta proposición no pocos reaccionaban con una mezcla de desconfianza y descalificación.
Se aducía dada la nacionalidad del autor citado que, probablemente, ese era el rol que Estados Unidos procuraba imponer a las fuerzas armadas de los países que se ubicaban dentro de su esfera de influencia.
También se tendía a pasar por alto la caracterización que Janowitz daba al rol policial, asimilándolo a las funciones propias de cualquier policía y asignándole al término un sentido peyorativo.
Es útil recordar, en consecuencia, cuales eran en opinión del citado autor, los conceptos que definían este rol, partiendo de la tesis que el uso de la fuerza en las relaciones internacionales se ha modificado tanto que resulta más adecuado hablar de fuerzas policiales que militares.
1) El concepto policial ofrece una continuidad con anteriores experiencias y tradiciones militares, pero también una base para la adaptación radical de la profesión.
Esta afirmación tendría su sustento en la práctica generalizada en muchas naciones de acudir al ejército como fuerza de policía antes de que esta existiera o, después de contar con ella, de emplearlo para imponer las leyes en situaciones conflictivas.
2) La institución militar se convierte en una fuerza policial cuando está continuamente preparada para actuar, comprometida a ejercer un mínimo de la fuerza y cuando aspira a establecer relaciones internacionales viables y no se empeña en la victoria.
Lo señalado presenta un contraste notable con lo que habitualmente ha caracterizado a una fuerza militar y no requiere mayor explicación, pudiendo asimilarse al empleo cada vez más frecuente de fuerzas militares en subsidio de las policiales, tanto en el ámbito interno como en el externo.
3) Ya no resulta viable, operar con doble criterio, uno para tiempo de paz y otro para tiempo de guerra. El concepto de fuerza policial elimina la distinción entre la institución militar de tiempo de guerra y de tiempo de paz.
Efectivamente, podría decirse que la fuerza policial, por la naturaleza de sus funciones, vive permanentemente en tiempo de guerra, sea para prevenir como para reprimir la delincuencia.
4) Sin embargo, el soldado profesional se resiste a identificarse con la policía; el militar tiende a considerar las actividades de la policía como menos prestigiosas y honorables, y dentro de la institución militar la policía militar tiene un status relativamente bajo.
No cabe duda que una persona que por vocación decida ser militar, probablemente no se sienta motivada a cumplir funciones que se asimilen a las de la policía.
La situación en Latinoamérica.
En la actualidad, la prensa nos informa a diario de la participación de fuerzas militares en actividades propias de la policía o empleando procedimientos policiales.
Una de las actividades donde más se ha incrementado la participación de fuerzas militares de Latinoamérica en los últimos años, ha sido el ámbito de las Operaciones de Paz, en auxilio y subsidio de las fuerzas policiales para combatir el crimen organizado, señalando a Brasil como un gobierno recurrente en la utilización de este recurso extremo.
En México se ha anuncio desde tiempo atrás la instauración de una fuerza especial del ejército mexicano para dar apoyo a las autoridades civiles en el combate a la delincuencia organizada, circunstancia que entonces no se logro y que fue malograda por el caso del general José de Jesús Gutiérrez Rebollo y el caso de otros militares.
La conclusión entonces fue considerar la propuesta de Janowitz como profética toda vez que, en mayor o menor medida, las fuerzas armadas se han ido involucrando en misiones que se alejan del enfoque tradicional de la defensa lo que ha implicado e implica por lo tanto redefinir las exigencias de la profesión y replantear su función pública a fin de lograr un correcta simbiosis social y evitar que se desvirtúe el espíritu real para el que fue creada la Institución.

domingo, 16 de marzo de 2008

La impunidad uno de los peores actos de corrupción en el ser humano


CIC.- Uno de los peores actos de corrupción del ser humano es la impunidad. La corrupción es un fenómeno contrario al interés público; constituye el problema social más grave, ya que se opone al interés público y al bienestar común, acentúa las desigualdades sociales y es factor de indignación, descomposición y desmotivación colectiva." ...La corrupción no sólo es un problema moral o de degradación de los valores políticos sino la expresión de una forma de organización entre el Estado y los ciudadanos..." de ninguna manera casual ni circunstancial, sino más bien permanente. Corrupción e impunidad; Son dos problemas esenciales, determinantes de todo sistema, su tratamiento reviste carácter estratégico. Son fenómenos que evidencian fallas en las instituciones y en los organismos; son hermanas siamesas: cuando crece la una lo hace la otra.
La corrupción, entendida como la apropiación privada de lo público, se manifiesta en forma creciente en nuestro medio. Se realiza -con la más aguda inteligencia- todo un concierto de actuaciones incorrectas e inmorales, como sobornos, peculados, malversación de fondos, desfalcos, tráfico de influencias, favoritismos, compadrazgos, nepotismo, abusos de autoridad, pago de favores, fraude electoral, cobro de cuentas clientelistas, incumplimiento de jornadas laborales y hasta supuestos desaparecimientos. Todo esto es posible en connivencia con personas pertenecientes a las esferas pública y privada. Ser impune significa acceder a donde nadie accede, lograr lo que nadie logra, manejar los hilos de las conductas que nadie maneja. La impunidad está asociada a la actitud taimada, encubierta por excelencia. Es aliada imprescindible del oscurantismo del pensamiento y la acción, ya sea en lo político, religioso, económico, filosófico, social, dogmático, familiar, comunitario. El dominio por la fuerza, la aplicación de herramientas de terror, el control que se ejerce usando metodologías que son siempre intimidatorias, concurren a establecer fuertes lazos dependientes de parte del/a intimidado/a. Esto otorga un poder omnímodo al dominador impune, del cual podríamos decir, le provoca un placer tal que lo acerca a un estado ideal de supremacía, lo endiosa. También las instituciones específicamente creadas para llevar adelante políticas y estrategias de control social, utilizando instrumentos legales y no legales de reducción, pero siempre humillantes, han sido el flagelo de la humanidad, a lo largo de la historia. Los cuerpos de elite, las cámaras de tortura, los tormentos psicológicos, el encierro en condiciones infrahumanas fueron algunas de las metodologías de que se ha valido el hombre para dominar.
Pero la impunidad no está referida sólo al campo de lo político institucional. También involucra el ámbito religioso, privado, familiar, comunitario. No sólo por lo que ocurre dentro de esos ámbitos sino por la incidencia de los institucional y lo público en muchos de esos ámbitos, especialmente para que no se produzcan cambios que alteren su statu quo. Abundan ejemplos, de los cuales sólo tomaremos algunos: el enterramiento hasta el cuello de las vestales, el poder del pater familia, el derecho de pernada, la inquisición, la decisión de muerte sobre las mujeres en algunas comunidades orientales, la ablación de clítoris a las adolescentes. También podemos agregar la inducción al suicidio colectivo de sectas, las mujeres golpeadas, los niños maltratados y abusados. Todas situaciones que evidentemente incluyeron e incluyen algún grado de aceptación por parte de un sector de la sociedad, para que se reproduzca la impunidad en espacios públicos y/o privados. De todas las formas de impunidad corrupta, la más grave y difícil está asociada a la infancia. El abuso, maltrato y paidofilia son los grandes castigos que padecen la infancia y adolescencia, por parte de algunos adultos, con la inexcusable complicidad tácita de otros. La posesión de un niño, niña o adolescente provoca ese empoderamiento amparado en la impunidad. Impunidad que se sostiene porque sigue existiendo la consigna que de “eso no se habla” y si no se habla se sigue haciendo.
Por eso, son temas que se deben encarar con urgencia y decisión, investigar y descubrir a los impunes felices, que se amparan en las sombras, sean éstas de la familia, la comunidad, la religión, la política o la sociedad. Todo lo cual implica un alto costo social que lo paga el conjunto de la comunidad, por las consecuencias que se arrastran hasta la edad adulta provocando situaciones de enfermedad mental, hipocondría, fármacodependencia, inclinación delictual. Amar a un niño o una niña, no importa su procedencia, condición o circunstancias, es preocuparse de mitigar de modo urgente el daño al que está permanentemente expuesto. Su vulnerabilidad e indefensión son las mejores armas de los abusadores y paidófilos.
Tal como se ve, el gran desafío es contra la impunidad, como un método de desactivar la corrupción sea en el orden que sea. Apropiarse de un infante, maltratarlo, abandonarlo, exigirle que trabaje, abusarlo sexualmente, exponerlo en fotografías o cintas, ampararlo para sodomizarlo, violarlo en el seno de la familia o en una institución son formas claras de corrupción. La impunidad sólo mengua cuando se descubre, cuando se pone luz en esa horrible oscuridad. Para lograrlo debemos aunar esfuerzos, compartir conocimiento y adquirir el compromiso insoslayable de no abandonar jamás la antorcha en el camino.

Por Lucía Alberti (Presidenta de “ANUA” Asociación Pro Naciones Unidas de Argentina)
Con colaboración de Colegio Iberoamericano de Criminalistas A.C. perfilforense@gmail.com